Hace unos dos años y medio o así que mi mujer y yo llevamos a nuestras gemelas a un cuentacuentos en una biblioteca de Toronto, donde vivimos. Tal como solemos hacer cada vez que vamos, al acabar la sesión nos pasamos por la zona de libros infantiles para que cada una eligiera un cuento. Uno de ellos fue un librito pequeño llamado “Rama and Sita”, repleto de unas ilustraciones muy coloridas que seguramente fueron el motivo de que decidieran coger ese para llevarlo a casa. La historia era muy simple: el rey de los demonios rapta a una princesa y un príncipe tiene que rescatarla ayudado por el rey de los monos voladores. Es posible que me equivoque, pero creo que ese fue el primer cuento en el que ellas se encontraron con una representación ficticia del mal (tambien con reyes, príncipes y princesas, pero esa es otra historia). Hasta entonces no sabían nada de personajes malignos: los lobos, las brujas, la reina de la noche, Darth Vader y demás llegarían más tarde, y quizás por eso estaban tan fascinadas con el cuento y nos pedían que se lo releyéramos una y otra vez.
Querían saber todo lo posible sobre la historia, por qué el rey de los demonios tenía diez cabezas y veinte brazos, por qué era así de malvado, cómo era posible que pudiera viajar en un carro volador, qué país era ese en el que los monos tenían alas y rey. El autor del cuento explicaba al final del mismo que se trataba de una versión infantil del Ramayana, uno de los dos poemas épicos hindúes clásicos. Así que un día las niñas y yo nos pusimos a buscar imágenes sobre Rama y Sita en la tablet (mejor dicho, yo hacía la búsqueda y ellas tocaban en la pantalla las que más les gustaban, que eran todas) y de ese modo aprendimos juntos unas cuantas cosas. Por ejemplo, que la historia es el origen del Diwali, una de las fiestas religiosas más importantes de la India. O que Rama es un avatar de Vishnu, uno de los tres dioses principales del hinduismo. O que Ravana era el rey de Sri Lanka, donde existe una versión de la historia en la que se cuenta que no era tan malo. O que hay un corto de Pixar es-tu-pen-do nominado a los Oscar que mezcla esta leyenda con las historias de superhéroes para niños.
Pasaron unas semanas y su interés saltó a otro libro, pero fui yo quien se quedó enganchado a esa historia (quienes me aguantaron en la facultad saben lo mucho que me atrae la épica) y no pude parar hasta que me hice con una buena versión del Ramayana. La elegida fue la de Ramesh Menon, que condensa varias versiones a la vez que mantiene el hálito épico en su versión en prosa. 720 páginas que me introdujeron no solo en un mundo ficticio fascinante sino en un universo cultural que desconocía por completo y que a día de hoy sigue mostrándome nuevas facetas según voy leyendo más y más sobre él. Tanto me apasionó leerlo que unos meses después, con motivo del Diwali, resumí el Ramayana en un hilo larguísimo de twitter que incluía imágenes. Por supuesto, me terminé leyendo una versión del Mahabharata, que aparte de ser el otro poema épico clásico hindú se considera el segundo libro más largo de la historia, y ahí ya quede cautivado para siempre jamás por la cultura india y las infinitas ramificaciones, tanto en Oriente como en Occidente, de las que nunca había oído hablar hasta entonces.
Como escritor y profesor de literatura tengo claro que la literatura es una puerta a mundos infinitos, pero por alguna razón que desconozco mi yo lector tenía esto un poco olvidado. Ya hace tiempo expliqué aquí que leer a más autoras me había enriquecido como lector. Creo que un buen modo de seguir en esa línea es incluir en mi lista de lecturas una mayor variedad de voces literarias, sobre todo de aquellas que no suelen estar incluidas en eso que llaman el canon occidental. Quiero irme de viaje literario saliéndome de ese canon cuando sea posible para así conocer muchas historias extraordinarias que están ahí esperando a que alguien quiera disfrutar con ellas. Quiero crecer como lector (a ser posible, con el asombro infantil que veo en mis hijas) no solo con el dialogo íntimo y seductor que se establece entre lector y libro sino también gracias a la bendita fascinación de sentir que un libro te abre las puertas de otros tantas culturas desconocidas. Si leer es conocer una nueva visión del mundo, cuanto más diversas sean las voces más completa será esa visión.
Por todo esto llevo unas semanas embarcado en un proyecto personal que no se si llegaré a terminar, pero que de momento me está dando muchas satisfacciones: leer una obra de ficción de cada país del mundo y escribir en este nuevo blog una reseña de cada uno. Sospecho que no va a ser nada sencillo encontrar narrativa de algunos países (hola, Tuvalu), pero tengo a mi favor que puedo leer en cuatro idiomas y que cuento con un sistema de bibliotecas públicas excelente aquí en Toronto (una de las ciudades más multiculturales del mundo, lo que hace que sus fondos bibliográficos sean relativamente amplios en cuestión de autores internacionales). Dado que este proyecto no tiene fecha límite, es posible que los parámetros para elegir qué libro leo de cada país vayan variando según vaya avanzando. De momento tengo claro que, de cara a incluir una mayor variedad de voces narrativas, siempre que pueda elegiré libros escritos por mujeres, autores no blancos y/o LGTBQ.
Cuando hace unas semanas comencé con este proyecto descubrí que, tal como me imaginaba, esta idea ya se le había ocurrido a mucha gente. Gracias a eso cuento con más de un listado de libros por donde empezar a buscar, aunque no me limitaré a ellos sino que buscaré por mi cuenta. Entre todos los proyectos similares que he encontrado de momento me quedo sin duda alguna con esta maravilla de Ann Morgan, una escritora de Reino Unido que se propuso leer 196 libros en un año y, aparte de conseguirlo, terminó publicando un libro sobre esa experiencia. Quien sabe, a lo mejor consigo publicar un libro similar en español (hola, editoriales interesadas en el tema). No me planteo ni por asomo un plazo tan estricto para terminar este proyecto, pero quiero copiar de ella algo que me parece un verdadero hallazgo: incluir todo tipo de recomendaciones literarias para que este blog sea un punto de encuentro en español para quienes quieran conocer otras literaturas. Así que sentíos con total libertad para añadir en los comentarios a cada entrada del blog todo tipo de sugerencias. Empezando hoy mismo, por supuesto, comentando al pie de este texto.
Otro proyecto similar es Libros e savores do mundo, aunque en este caso las reseñas están «enriquecidas» al final con una receta para que quien visite el blog se anime a hacer en casa platos típicos de cada uno de los países del mundo. Esto de que las entradas del blog lleven algo más que la reseña de un libro me pareció tan buena idea que haré algo similar: a modo de bonus track, al final de cada una de mis reseñas incluiré una pieza musical del país reseñado. Siempre que me sea posible, la música intentará ser una suerte de banda sonora al libro o al menos un ambiente sonoro para daros una pista del tono del libro reseñado.
Comienza el viaje. En estos días iré escribiendo las primeras reseñas, ya que en estas semanas ya he leído algunos libros que me han gustado mucho. Abrochaos el cinturón, que vamos a despegar. Primera parada, Mauricio.
(Si ahora que sabes de qué trata el proyecto #200Países200Libros te apetece colaborar con él, puedes invitarme a un café por aquí o, si lo prefieres, por aquí)
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